01 Ago Las cosas reales empiezan de la forma más extraña. O de la forma más tonta.
Las cosas reales empiezan de la forma más extraña. O de la forma más tonta. ¿me disculpas un momento? “Escoge tema. Escribimos cada uno x su lado y esta noche compartimos, sí?” Es el whatsapp que envío a un amigo, mientras salgo a fumar. Yo he sugerido el juego, a él le ha tocado escoger el tema -y un marrón del que me libro!-. Lo siguiente que escribe es “cosas reales” y se queda tan ancho. Vaya, qué poco le ha motivado el juego! ¡cosas reales son todas! Aclaración: me refiero a mis escenarios personales, en los que no todo vale, pero sí todo cuenta.
Mi mente recupera, sin avisarme, una expresión curiosa, “en realidad, no sé cómo pasó todo…”, así empiezan muchas historias de personas reales; vivencias, recuerdos, declaraciones policiales, excusas perfectas de cónyuges infieles, incluso historias propias, ¡qué narices! Muchas veces, caminado por la calle, en un ruidoso silencio interior, tengo alguna idea que, a mí, me parece buena. Es un momento íntimo muy divertido, como una sinfonía musical en la que todos los instrumentos, de forma mágica, forman un todo y dejan de necesitar ser ellos mismos de forma diferenciada, con principio y fin. Esto suele suceder cuando se mezcla lo que veo, lo que observo, lo que siento, lo que imagino y lo que invento… Vale, stop! voy a intentar ordenar lo que pienso, lo que digo, lo que escribo: ¿Real es todo lo que tiene materia o cuerpo? Es lo que provoca un cambio en otra realidad? Real es lo que soñamos de forma tan viva, que el miedo quema y el placer funde? Y lo que creamos en nuestra imaginación, ¿es real lo imaginado, que puede incluso condicionarnos más allá de esa realidad-no-material? Difícil, definir dónde atornillamos la puerta que nos invita al ilimitado mundo de lo no real. Y, ahora que no nos oye nadie –siempre he querido decir esto-, te cuento que me fascina lo que vivo después caminar un buen rato por esa elástica línea que separa la realidad de la no realidad, la cordura de la locura. Un juego en el que no puedes saltarte las normas, pq no las hay. Un juego peligroso, durante el cual las vivencias se enamoran de la imaginación anhelada o temida, construyendo la más amable –del latín amabilis, digno de ser amado- de las realidades en un escenario sinfín, tu mente. Un territorio temido pq resulta difícil para nuestra pobre visión analítica etiquetar todo lo que allí sucede, entenderlo en vez de aceptarlo como lo que realmente es: el más puro y maravilloso caos, la locura para los médicos. ¡This mess is my mind! ¿Hablamos del caos? Ese enorme baúl en el que la humanidad ha decidido que puede volcar casi todo lo incómodo, por lo menos durante algún tiempo. ¿Cuánto tiempo? Depende. El necesario para entenderlo y etiquetarlo, muchas veces a costa de su valor para la sociedad-. Es como el estrés para los médicos modernos, cuando no saben qué tienes, te duela la cabeza, la espalda o la oreja, es estrés… ¡claro que sí, pasen y vean! En el caos y en la locura cabe casi todo, la creatividad, la imaginación, la emoción desmedida, la risa floja y las salidas de tono… Si imagino Caosland, un lugar donde vivir, no hay marco temporal para los recuerdos, que se limitan sencillamente a acompañarte en tu camino de vez en cuando; hay normas, pero al son de Nureyev, Galilei, Picasso o Sócrates, esos locos señalados por los sabios que los convivieron. En las escuelas, los aprendizajes son eso, aprendizajes y no enseñanzas, y las personas de metro diez corren y saltan, y no pasan horas y horas deslizando los ojos por ese negro sobre blanco ¿Y las calles? Bueno, el tráfico fluye con música y el asfalto es de colores… Y lo más extraño es que algunos nos llaman locos.
Lo sé, te dije que salía solo un momento, pero ya me conoces: cuando coloreo, me salgo de la línea.
Mientras, camino descalza bajo la lluvia en la ciudad…
Real es el asfalto caliente. Y el dolor de sus imperfecciones.
Real es el placer del reencuentro del agua y mis pies.
Real es este instante, en el que imagino que escribo este cuento,
en el que todo es como a mi me ha apetecido
y, por eso, plenamente real. Gracias por tantas realidades mías…