Con los pies descalzos…

No hay duda: nacemos con los pies descalzos. Mucho rato antes de los dos mil años que llevamos contando, ya nos aficionamos a esa especie de bolsa para los pies. Zapatos. Yo nací descalza, como todo el mundo. Me gusta que mis pies tengan espacio. Mis pies son más bien feos. Grandes. Huesudos. Firmes. Fuertes. Yo estoy acostumbrada a ellos y ellos a mí, supongo. Pero están ahí, están ahí, lejos… -aunque unos centímetros más lejos no me hubiera importado, por cierto-.  Es extraña la relación que tenemos con ellos. Pasamos mucho tiempo queriendo taparlos, buscando excusas, formas y colores, para adornarlos. Incluso los pintamos a trozos! Pero a mí me sigue gustando ir descalza. Mi madre tenía que poner mucha energía, sin éxito, en enseñarme que las personas llevan zapatos. Y yo lo entendía, pero no me gustaba. Me llamaban «Mogli», por lo de la selva. A veces llegaba una nota del colegio, advirtiendo que yo siempre andaba descalza, me sentaba en mi silla y dejaba colgando los zapatos del uniforme. No me apretaban más de lo habitual, solamente me gustaba ir descalza. De alguna forma extraña, hay una zona en mi cerebro que guarda recuerdos con la etiqueta «descalza». También mis pies se estiran descalzos entre las páginas de un libro, caminando por un paseo marítimo. Otras veces llovía y yo siempre descalza. Aquel día, estrenaba unos zapatos carísimos de tela azul, con flores bordadas. Y llovía a jarros. Saliendo del metro, no recuerdo haberlo dudado: zapatos al bolso y a caminar. Imposible saber las veces que he hecho eso! Lás más, en Sitges, caminando descalza entre charcos limpios recién decorados. En la oficina, descalza hasta la fotocopiadora. No era extraño, formaba parte de la rutina que se va generando en un equipo de trabajo. Debajo de mi mesa, mis zapatos, relajaditos, ellos, esperando salir a escena, cuando fuera la ocasión. Y después, ¡cómo es la vida…! he pasado mis días entre zapatos estupendos. Y al final, tuve que salir corriendo! He pensado en ello varias veces…  la vida es muy cachonda, tiene un sentido del humor ciertamente inglés. O tal vez no… todavía no lo se. Me sonrío.

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