8 de marzo, una mirada a las mujeres que nos han traído hasta aquí

Ella es Matilde, mi abuelita. La mujer más increíble que he conocido, y me he puesto a pensar en las mujeres,  me disponía a escribir sobre el 8 de marzo. Sin tópicos feministas, ni todo lo contrario. Sin buscar nada, abrí un librito que me acompaña hace años: «El espejo de mí mismo«, una especie de libro de autoconocimiento que hoy día tildaríamos de perverso y terrorífico.
Este pequeño librito, que casi cabe en la palma de la mano,  es el primer libro de desarrollo personal y autoconocimiento que cayó en mis manos cuando era pequeña. Era de mi abuela Matilde y hoy he sentido ganas de sumergirme en las guía y mandatos que tenia previstos la sociedad para las mujeres de su época. Un espectáculo. Dantesco, Kafkiano, el espectáculo.
Publicado en plena guerra civil, este pequeño libro parece ser una guía ayudar a conocerse, basándose en pequeños test de preguntas y respuestas, supuestamente  defines tu propio carácter. Por supuesto, está cargado de sutiles y elegantes juicios y de «cómo deberías ser» y sobre todo muchos «cómo no deberías ser».
Este es mi pequeño homenaje hoy #8marzo, dedicar un tiempo a profundizar en cómo se formaron las mujeres de hace 100 años, nuestras abuelas y bisabuelas, comprender qué les decía la sociedad, qué se les permitía, qué se les mandaba, qué se les prohibía sutilmente y cómo supieron bailar entre las grietas, con sonrisas y a gritos, para empezar a recortar sus vestidos, soltar sus melenas, levantar sus barbillas y hincar sus codos, para construir el espacio que hoy tenemos y gozamos nosotras y nuestras hijas en la sociedad. No como mujeres, sino como personas guerreras: Gracias.
Mi abuela hablaba cuatro idiomas, inglés, francés, alemán e italiano, ademas de español y catalán. Leía libros de historia, biografías y otras culturas, le fascinaban los indios americanos. Cuando paseábamos por las montañas, cosa que sucedía muy a menudo, recogíamos las plumas de las águilas y las colocábamos en nuestra cabeza, cantando y saltando como los indios… Gracias a ella, me gustan tanto las mujeres, mis amigas, mis compañeras, mis brujitas, mis tesoros!
Ella se ocupó de su familia, es realmente el último hogar que yo recuerdo, siempre lleno de mujeres, hijas, suegras, señoras que ayudaban en casa, cuñadas, amigas solteras, cuñadas viudas, vecinas… Trajo al mundo a cuatro hijas maravillosas, con la compañía de un marido feliz, Joaquín. Matilde, ademas, siempre llevaba sus labios rojos y uñas recién pintadas, con una cara sonriente enmarcada por un collar de perlas. Ella vestía sus jeans y camisa masculina que heredaba de mi padre, como nadie, y de noche se enfundaba un vestido maravilloso de seda natural y un turbante a juego, para bajar al Liceu, casi todas las semanas. Ella, Matilde, la mujer más hermosa, alegre y completa que jamás he conocido.
A esas mujeres que no podían ni sentir el feminismo ni la justicia y que, sin saberlo, nos han traído hasta aquí: #gracias. 
Estoy curioseando este librito y sorprendiéndome de las angostas posibilidades que tenían las mujeres. Sobre todo de defender sus derechos…  y pensar que mi abuela lo tuvo en sus manos, todavía están algunas de sus respuestas en los tests en sus pequeñas páginas.  Tal vez por eso me gusta tanto. Gracias.