¿Crees que alguien te echa de menos?

¿Crees que alguien te echa de menos? 

Alguien sigue echándote de menos. Pero seguramente no es quien tú imaginas… ni quien deseas. A veces pienso que, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en emo-cirujanos y nos dedicamos a amputar de forma preventiva cualquier escenario en el que se propicie esa sensación tan emocionante y físssica: ¡echarte de menos! Demasiado irresistible: un whatsapp, un mensaje, un paseo por las redes, un email… una vez más, vence el aquí y ahora. Demasiado control. Demasiado de todo. 

No hay lugar para las emociones lentas y profundas. Quizá estamos amputando en nuestros hijos la posibilidad que cavar sus propios surcos, esos donde crecerán sus alimentos del mañana ¿Tenemos ese derecho? 

Nada que ver con el apego, mucho menos con la dependencia, echar de menos es saludable, dolorosamente tangible, pero saludable. Confirma datos tan aplastantes como: ¡estás vivo, tío! Duele, se llama amor. Sangra, se llama vida. En un instante, en todo tu ser se despliega el caos. No hay referentes. No hay pautas ¿Podría ser la conciencia del alma en plena ebullición? ¡Ojalá!

La caricatura enfermiza de esta emoción en nuestra sociedad es fácil: todos conocemos auténticos «echadores de menos» profesionales, que viven instalados en su bucle de sufrimiento, engullendo a los «echados de menos», casi siempre contra su voluntad. ¡Invasores! Soltad esas personas que, a veces, apenas «pasaban por aquí»! 

Y me pregunto de dónde viene esa necesidad de control. De dónde viene ese miedo abstracto a la propia vida. Dentro del extremo control no queda oxígeno. Y no cabe la vida. 

Mi propuesta es: ¿qué pasaría si intentamos disfrutar y aprender de nosotros mismos, también desde esa emoción que surje de lo más profundo, cuando echas de menos a alguien que mora en tu corazón?

Sin darme cuenta, estoy dibujando… ¿Qué forma tiene tu «te echo de menos»? Y no me dibujes un corazón resquebrajado, por Diossss! Yo he dibujado una forma fractal. La geometría sagrada de la naturaleza. Como una rodaja de kiwi. Del caos surge la luz. No sé, yo lo veo así.

«¡Échame de menos… por favor!» – Dijo ella mientras no se marchaba, pero apagaba el móvil…