Tú me dijiste ven.. y yo lo dejé todo!

– Tú me dijiste «ven» y yo lo dejé todo! – dijo él

– Vaya lío, solo dije que viniera a cenar a casa! – pensó ella, intentando sonreír…

Si empezamos a hablar, mientras paseamos o compartimos un buen vino, seguro se nos ocurren decenas de malentendidos de nuestra vida cotidiana; propios y ajenos… algunos realmente graciosos! otros, cargados de maldad, alguno con consecuencias y todos, compartibles -ojo, no olvides leer la erre-, o sea que mola compartirlos, aunque es aconsejable presentarlos como «¿sabes qué le pasó a un conocido…?» por aquello de guardar el honor ajeno y no caer en el televisivo gossip -sorry por el anglicismo, pero me encanta esta palabra-!

Porque la vida es eso: matices, tonos; variaciones de voz. sutileza de luz. Un poco de voluntad y otro poco más de lo mismo. Y, sobre todo, sentido del humor… no sé quién dijo que el sentido común es el menos común de los sentidos. Pues incluso esta frase hecha, ya está dicha y redicha. Y tal y como está el patio, me temo que el menos común de los sentidos es el del humor! Característica de nuestra especie, claramente ligada a la inteligencia y no a la felicidad. Curioso ¿verdad? Ahí lo dejo un ratito…

Muchas veces me acuerdo de ese  _ _ _ dito día (no acabo de decidirme por el calificativo más apropiado… bendito? maldito?), ese día que empecé a leer a Sartre. En ocasiones, le agradezco ese agrio sentido del humor, capaz de afirmar sin mover su bigote, que, si dos personas están de acuerdo, solo puede ser un malentendido. Enorme alarde de buen humor vestido de inteligencia y peinado por el pesimismo del sarcasmo.

Por eso, si tú me dices ven, lo dejo todo, pero dime ven!

Y hoy brindo por esos sutiles malentendidos, o malos entendidos que nos hacen sonreír al recordarlos, con una mezcla de nostalgia, pudor y ridículo…!

Si tú me dices ven...

Si tú me dices ven…