Menos SAPO y más autenticidad

Parecen príncipes pero son sapos. Parecen personas muy seguras, se visten como las personas seguras y se mueven en la sociedad como lo hacen las personas seguras, sin embargo, realmente esa aparente seguridad no está sustentada por un fondo de presencia y autenticidad. Si te preguntas qué hay detrás de algunas de esas personas tan aparentemente exitosas y seguras, que caminan como si merecieran más que otros… La respuesta son tan solo 3 letras: EGO. Me refiero a un ego no saludable.

¿Qué es el síndrome del SAPO?

Soberbia. Creerse superior por alguna razón, clase social, estudios, cargo, etnia, economía. Puede parecer una persona firme y segura, sin embargo es una persona soberbia.

Arrogancia. Es auto-amor, basado en lo que tenemos, no en lo que somos. Puede parecer una persona segura y que vive en su centro, sin embargo es una persona arrogante.

Prepotencia. Creerse más poderoso y con más poder. Eso puede generar un semblante de seguridad para imponer un poder. Jefes, parejas o padres. Puede parecer una persona segura y con certeza, sin embargo es una persona prepotente.

Obstinación. Cerrarse solamente a tu opinión. Y no escuchar a los demás. Si eres una persona segura, entonces puedes escuchar y escuchas a los demás. Puede parecer una persona firme y segura, sin embargo es una persona obstinada.

 ¿Estamos siendo un SAPO? Cómo darse cuenta…

Si te observas desvalorizando  a los demás, por algún motivo, por ejemplo, por tener estudios, dinero, estilo o belleza… Si te das cuenta que pones en valor el «tener», lo que has alcanzado. Si te das cuenta que no eres una persona sencilla, puedes estar en síndrome del sapo. Y está bien. Está bien darse cuenta

¿Y para qué soltar ese Sapo?

El premio eres tú, tu autenticidad, estar en paz, serena. Sentir que estás en tu lugar y sentirse capaz de afrontar las circunstancias que vengan el la vida, acogiéndolas, respirándolas, abordándolas desde ese lugar de autenticidad. Brillar con tu propia luz, sin dependencia de reconocimientos ajenos, sin sentir que tienes que impresionar a los demás… entre otras cosas… no tiene precio.

¿Qué podemos hacer?

Bueno, pues si tienes la suerte de «haberte dado cuenta», lo primero es hacer un «stop and go». Párate y agradece. Agradece haberte dado cuenta. Agradece lo que eres y lo que vives, ser consciente de los privilegios que gozas, tus talentos, tus dones, tu vida. Instálate en ese lugar presente con presencia y sin desear situaciones nuevas. Viviendo en el presente y dando valor a lo que tenemos. Y observa tu faceta más natural, ahí conocemos nuestra esencia.

Para desmontar ese síndrome, es interesante conocer el proceso de formación, las creencias limitantes, las afirmaciones de nuestra infancia… Un proceso de Coaching es mi propuesta para poner en acción el camino desde el punto en el que estás y el punto en que deseas estar.

Ya sabes… Meditar todos los días -todos- es la puerta que te conecta con ese «darse cuenta» del momento presente. 

Gracias.

 

Por cierto, la imagen detallada es una maravillosa obra de mi querida Lisa.