¡Que nunca se acaben los valientes! Amén!

Como no lo sé, lo busco! es una actitud. «Clase social es una forma de estratificación social en la cual un grupo de individuos comparten una característica común que los vincula social o económicamente, sea por su función productiva o «social», poder adquisitivo o «económico» o por la posición dentro de la burocracia en una organización destinada a tales fines…». Así reza wikipedia. Pero yo no digo Amén!

Intereses comunes, nacimiento o herencia; posición social, derechos adquiridos a veces a codazos, o méritos, propios o heredados… Así parece que se organizan las clases sociales en la historia de la humanidad; Marx no dudó en afirmar que son los intereses y las relaciones socioeconómicas, los que establecen las clases de la sociedad, terminando siempre en la aburrida relación opresor-oprimido. Weber matizaba diferenciando clases propietarias, clases lucrativas para estratificar la sociedad. Aquí habría mucho que decir, ¿verdad? Sigo…

Son matices, perspectivas y variaciones de tonos, gastados según la luz de la historia, las cosas parece que organizan así: o tienes un pasado adquirido por capitalismo, colonialismo o cualquier otro ismo… o tienes dinero.

No me sirve. Todo eso, a mí, no me sirve. Yo veo personas dispuestas y personas que no lo están. Veo personas valientes y personas que no lo son. Veo personas que siempre abren su mano y personas que siempre la esperan. Y veo personas que activas y personas pasivas, que siempre esperan que se les resuelva todo. Al final del día, roles afinados desde el fondo de los individuos, no por las circunstancias, que son, por definición transitorias.

Hablo de esa silenciosa clase llamada empresariado, encabezada por emprendedores jóvenes o de cualquier edad, a veces con la misma experiencia que miedo: poca. Y precisamente ese binomio, es el que les ha llevado hasta donde están. Son valientes. Pero si les quitásemos el dinero, seguro volverían a empezar. Y otra vez más.

Pero a mí me gustan los valientes anónimos. Y ése es un regalo de la vida: tengo la suerte de tener alguno muy cerca: yo veo personas valientes, alguna cada día… una madre que sigue tierna y sonriente, tras su doble jornada laboral, un padre felizmente apañado, porque no le ha quedado otra… aquel jefe que sigue vistiendo el traje del coraje cada mañana, a pesar de su pánico… dos grandísimos directivos cómodamente jubilados que siguen ilusionándose con un nuevo proyecto tecnológico con auténtica visión, creando un escenario maravilloso para aprender de uno de los hijos, un emprendedor que, después de ver headlines, se levanta, sube el volumen de la música e invierte en un segundo proyecto con incansable ilusión ¡gracias por contagiarme…! y ese gran directivo que la crisis apartó de un plumazo -haciéndole un favor-, y hoy día, sonríe y carga las cajas en su nuevo proyecto, con mucho gusto y mucho corazón, como cuando tenía diecisiete y, cuando se gira,  mira y admira a sus hijos triunfar, jóvenes-adultos-valientes-padres, emprendedores que, sin más, brindan cada día, porque #elvinomola. A todos ellos, a todos vosotros, sencillamente gracias por deslumbrarme con vuestra cercana ilusión.

¡Que nunca se acabaran estos hombres valientes! Ahora sí: Amén! 

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¡Que nunca se acaben los valientes!