14 Ago Perdonar, perdonarse…
Domingo de verano o el placer de madrugar en silencio en mi ciudad. Y dejarse llevar por aquello que la mente quiera y encontrar joyas perdidas en las tripas de algunas palabras.
Meditación, respiración y contemplación; sin guía y sin mapa, parecen ser la clave para encontrar.
Hoy ese flow me lleva a rescatar del latín una palabra muy cercana, perdonar: «per» y «donare», prefijo que intensifica el significado «muchas veces» y «donar, dar». Descubrir la magia de las palabras, de cuando fueron construidas, con interés y voluntad de ser utilizadas, por el bien interior de cada uno y, así, el de todos. Me sorprendo sonriendo al descubrir que, en inglés y francés, responde al mismo acto voluntario, for-give y par-donner; en italiano per-donare, en alemán ver-geben.
Aunque a veces peco de naïf, soy consciente que perdonar el pasado, no arregla el daño causado, pero nos sitúa a todos en la casilla de la libertad para seguir jugando un futuro ligero y limpio. En la ecuación del perdón, algunas veces somos parte causante y otras veces sufrida. Eso no es importante. Perdonar. Perdonarse. Sin ego.
Y recuerdo aquellos habitantes de Hawaii que hace unos cinco mil años, ya cantaban sus rezos de perdón para sanar el rencor y seguir encontrados… Al ritmo del Ho’Oponopono, los caminos desencontrados se volvían a unir, repitiendo todos juntos
lo siento, perdóname, gracias, te amo…
Y así, abrazar de nuevo la calma y poder seguir… sencillamente seguir sin el peso del pasado.
Ira, rencor, rabia, solo daña a quien lo siente, la otra parte quizá nunca se entere ¡quizá ya perdonó? quizá ya se perdonó…
Perdonar es, entonces, dar gratuita y abundantemente… Para continuar meditando, ¿verdad?