
29 Sep God save the Thumb!
Tal vez aquél joven que viajó a la ciudad para buscar trabajo. Un hijo desde la guerra, en la otra punta de este mundo, el marino en sus meses de ausencia, o quizá un amante tímido a la vuelta de la esquina… Pero también amigos y colegas de profesión. Los ámbitos más intelectuales de la historia, filósofos, escritores y amantes célebres… ¡Las cartas ¡Son famosas las relaciones epistolares de muchos de ellos! Abro guión: siempre tengo la duda ¿estarían de acuerdo los protagonistas, al ver que sus herederos se lucran publicando sus cartas más íntimas? cierro guión.
Cartas que, hasta hace dos telediarios escribíamos a mano, con esmero y dedicación. Buscando no solo las palabras, también las pausas, los subrayados con intención, incluso perfumándolas y enriqueciéndolas con anotaciones en los márgenes, dibujos y corazones. Cartas que empezábamos siempre con nuestra mejor caligrafía, líneas que observaban cómo el cansancio y las ganas de decir se adueñaban de la voluntad, llegado el final de la página…
De un soplido, se han vaciado los cajones secretos donde descansaban esas cartas abrazadas con cinta de seda, tanto amor y tanta distancia… tanta dedicación y entrega, tanta espera y no menos deseo.
Cambian los tiempos y nos cambian a nosotros, a nuestros sentimientos y, sobre todo, cómo los expresamos. ¿Quizá somos nosotros los que cambiamos primero?
Y en dos clics, casi sin darnos cuenta, hemos dejado de escribir a mano, de doblar esos mensajitos con una mezcla de ilusión y pánico, y entregárselos casi en secreto a esa «persona especial» de clase…
Ahora, el pulgar es el jefe de todo eso de decirse cosas, de enviarse mensajes, de declararse amor eterno por escrito, en la facilidad y fugacidad de la pantalla. Yo estoy encantada, a pesar de que me apassssiona el papel, los libros, las libretas, a pesar de que mi caligrafía siempre ha sido muy mona -tenía «letra de niña de colegio de monjas», aunque nunca fui a un colegio de monjas-, lo cierto es que actualmente, mi cerebro conecta con el teclado, en modo wireless , mucho más que con el bloc de papel.
So… God save the Thumb!
Ah! Te recomiendo un libro precioso, sobre las cartas creativas entre John Berger y John Christie. «Te mando este rojo cadmio«, una historia que empieza así:
¿Cuál podría ser nuestro próximo proyecto?”“Mándame un color…”
Y una mancha de rojo cadmio cruzó el canal.