«¡En busca de la felicidad!» y eso porque?

¿Porque compramos eso de «¡busca tu felicidad!», sin apenas cuestionarlo?

«¡Busca tu felicidad!», nos dicen. Padres, gurús incluso los anuncios de internet -bueno, los de la tele también, pero casi no me acuerdo ya…-. Esta afirmación, aparentemente obvia o inofensiva, nos convierte en esclavos de la huida. La huída de nosotros mismos, de nuestra autenticidad, de la felicidad en esencia. ¿Porqué pasamos la vida proyectando hacia fuera? Lo más grave es que ese movimiento es bidireccional: esperamos un ROI, el famoso return of investment, incluso con intereses ¿te suena, verdad?

Perdemos tiempo comparándonos con otros, a veces con otros mejores -cuando queremos sentirnos muy desgraciados o cuando queremos sentirnos motivados-; a veces nos lo hacemos con otros peores -cuando queremos sentirnos afortunados, incluso superiores-; Cada día, pasamos X minutos pensando en el pasado, en lo vivido, pero también en lo que no pudimos vivir, suponiendo más que un dulce y saludable paseo por los recuerdos, un impedimento para algo tan sencillo como «pasar página», seguir, avanzar. Como dice la canción de Mecano «¿cuánto tiempo hace falta para que borres las heridas que viviste en el amor?»-. ¿Y el futuro? también ponemos nuestras energías en construir un futuro, del cual lo único que tenemos certeza es que es inexistente, haciéndolo depositario y proveedor de felicidad y plenitud. Tic tac. Tic tac… es el presente, el que está pasando, el único que tenemos.

¿Cuántas veces empezamos el lunes diciendo «qué ganas de que sea viernes»? Porque arrancamos cinco días de vida? Y así cada semana…

Focus on solution! nos decía un excelente profesor que tuve en un máster. Pasamos demasiado tiempo revolcándonos en lo negativo. En las carencias. En los errores. En lo que no ha funcionado. Sabemos que es mucho más interesante concentrarse en lo positivo. ¿Esa historia cuántica de que los pensamientos positivos atraen positivismo? Ah! Un libro interesante, El efecto mariposa.

Permitimos que pasen semanas llenas de obligaciones y compromisos que acabamos viendo como algo «pesado», una carga, actitud que nos impide vivirlas con plenitud, crecimiento y felicidad. ¿Dónde quedó la ilusión del trabajo bien hecho del que tanto hablábamos hace un tiempo? y esperamos que llegue esa cápsula de tiempo que hemos conseguido meter con calzador en la agenda para… ir al gimnasio, tomar un vino con una amiga o sencillamente hacerte la manicura, momento que acabamos por sentir como una obligación más.

Nos jactamos de controlarlo todo, sobre todo tener planificado el «porvenir», lo que está por venir! Presumimos de tener métodos para todo, hacemos listas, para darnos el gustazzzo de pasar de la columna del «to do» a la del «done«, publicamos en redes sociales nuestros propósitos para el nuevo año, dejar de fumar, ir al gim -pagamos la cuota desde enero del año pasado-, aprender inglés de una **** vez, o hacer un álbum con las fotos que tienes repartidas entre el ordenador, el teléfono antiguo, el iphone nuevo y en un pendrive… Vale ¿y qué? O como dice mi amiga Eva, «So what?«.

Por cierto, mi único propósito para este 2016 y los que vengan, es no quejarme, no perder tiempo con lamentos, la vida viene como viene -eso de «si la vida te da limones, pide tequila»-; Reciprocidad:  tampoco voy a permitir que me vengan con quejas, no sirve para resolver nada y raras veces es vinculante a un cambio de actitud del quejoso para que su vida sea más plena, y termina por convertirse en un mood blandito en el que acomodarse. No.

Resulta que mientras… la vida pasa. Feliz momento! Gracias.